Argentina, una Sociedad sin Estrategia

Argentina, una Sociedad sin Estrategia

Este ensayo ha sido concebido con dos finalidades. En primer lugar tratar de entender, y consecuentemente poder explicar, qué nos sucede en Argentina, desde un punto de vista que englobe (o sintetice) aspectos sociales, políticos y económicos. En segundo lugar proponer un camino que nos permita superar esta situación.

LA PROMESA INCUMPLIDA Y SU RAZÓN DE SER
Empezamos a redactar la primera versión de estas líneas cuando faltaban pocos meses para que terminara el siglo XX. En ese momento nuestra preocupación cobraba mayor significado al considerar que, en los inicios del mismo, Argentina, Australia y Canadá eran consideradas las economías más promisorias del planeta, y entre las tres la más promisoria era Argentina.
Cabe aquí recordar que en 1810 lo que actualmente es el territorio de Argentina representaba menos del 2 % de toda América Latina… pero al cumplirse el centenario, en 1910, contábamos con más del 50 % del PBI de nuestra región y, quizás más importante aún, reuníamos más del 7 % del total del comercio internacional del mundo.
Pero en las postrimerías de aquel siglo XX, sin embargo, nos encontrábamos muy retrasados con relación a Australia y Canadá. Para confirmarlo basta señalar que, en 1998, el PBI per cápita de cada país (medido en u$s de 1990) era el siguiente:

–   Canadá u$s 22.293
–   Australia u$s 20.027
–   Argentina u$s 6.166

Al mismo tiempo, estimaciones serias señalaban que, a fines de 1999, eran más de u$s 100.000.000.000 los fondos argentinos colocados en el extranjero.
¿Qué nos pasó?. Si lo entendemos, entonces podremos mejorar nuestra performance como sociedad y bajar mucho el riesgo de que “perdamos otro siglo”.
Pero estábamos lejos de imaginar el nivel de calamidad al que llegaríamos un año después, merced al golpe de estado de Diciembre de 2001 y todas las derivaciones que el mismo trajo aparejadas.
Para comprenderlo dramáticamente con- viene apelar nuevamente a los datos duros: a mediados de 2003 ya se estimaba que los fondos de residentes argentinos colocados en el extranjero se aproximaban a u$s 150.000.000.000. Y más capitales argentinos seguían saliendo/huyendo permanentemente al extranjero.
Lamentablemente los hechos acaecidos al despuntar el siglo XXI no nos ayudan a ser optimistas… pero agudizan la necesidad, de encontrar las respuestas adecuadas a esa pregunta lacerante: ¿qué nos pasó?.
Por esta razón escribimos estas reflexiones. Con la esperanza de que puedan ser de alguna utilidad para nuestra patria.
La nuestra pretende ser una mirada estratégica sobre el devenir del entorno durante los últimos 30 años (que son los que recordamos personalmente) y, como tal, procura ser desapasionada, asumiendo desde ya que será imposible que sea “totalmente objetiva”. En- tendemos que 30 años es una muestra representativa de la dinámica de nuestra sociedad a lo largo del siglo.
O sea que, sin desconocer las particularidades propias de cada período histórico, este
lapso nos resulta útil para inferir las características generales del comportamiento social.
En el gráfico que acompaña estas palabras se presentan, sobre una línea de tiempo, algunos de los acontecimientos más relevantes (a nuestro juicio) para la vida del país durante los últimos 30 años. Los mismos han sido clasificados en: socio-políticos (con línea llena) y económicos (línea punteada).
 

 
Todos estos eventos aparecen por arriba o por debajo de una línea de “normalidad/razonabilidad”.
Esta línea ha sido fijada arbitrariamente, según nuestra apreciación de las circunstancias, y pretende señalar el nivel aceptable para un desarrollo socio-político-económico sin mayores sobresaltos, convergiendo a lo que son las pautas de comportamiento propias de una sociedad desarrollada. Por ejemplo: res- peto, flexibilidad y pluralidad de las Instituciones y de los plazos que éstas fijan, convivencia pacífica con otros países, estabilidad macroeconómica, previsibilidad de las reglas de juego, buenos incentivos (largoplacistas, de respeto y que inspiren la mutua confianza), seguridad del marco jurídico, respeto por los derechos individuales, etc.
Dicho de otro modo, los acontecimientos ubicados por debajo de la línea de “normalidad/razonabilidad” fueron infelices, desacertados (y cuanto más abajo de la línea están, más negativo fue su impacto), ocasionaron (o fueron síntomas) de retraso relativo de nuestra sociedad frente al resto del mundo. Como ejemplos en lo socio-político señalamos: la renuncia de Cámpora y las elecciones presidenciales anticipadas en 1973, el golpe militar de 1976, la derrota en Malvinas en 1982, el golpe de estado civil contra De La Rúa en Diciembre de 2001 y las elecciones de abril de 2003, donde la campaña mediática montada por el Gobierno Nacional impidió que los votantes ejercieran su derecho a voto con objetividad.
En lo económico cabe mencionar el “Rodrigazo” de mediados de 1975, las hiperinflaciones de 1989 y 1990, el efecto Tequila de finales de 1994 y la recesión económica más larga de nuestra historia (iniciada a mediados de 1998, que duró hasta fines de 2002 y que superamos artificialmente merced a la combi- nación de: los precios extraordinarios de los cereales en el mundo – debido a la sequía en el hemisferio norte y la demanda creciente de China – y la paciencia “casi infinita” del FMI para protegerse del monstruo que ellos mismos contribuyeron a engendrar, nuestra deuda pública).
Por el contrario, los acontecimientos que están por encima de esa línea han sido hechos positivos (y cuanto más arriba, más benéficos para nuestro desarrollo), que nos han posibilitado recuperar el terreno perdido y mejorar nuestra situación. Como ejemplos en lo so- cio-político podemos mencionar el cambio a la democracia a finales de 1983, la reelección de Menem en 1995 y la asunción de De la Rúa el 10 de Diciembre de 1999. Son todos hechos plenamente democráticos. Y, como
ejemplos en lo económico, destacamos los intentos de estabilización de la “Tablita de Martinez de Hoz” a finales de los ʻ70, el Plan Austral a mediados de los ʻ80 y el Plan de Convertibilidad de principios de 1991.
Al observar estos acontecimientos obtenemos algunas conclusiones que, consideramos, responden al menos en parte a la pregunta inicial: ¿qué nos pasó?.
Entendemos que, durante el siglo XX, Argentina ha sido (y todavía es) un país sin un rumbo definido, una sociedad sin estrategia: en los inicios del mismo todavía predominaba el proyecto de la “Generación del ʻ80”, luego aparece en escena el radicalismo, después (en 1930) comienzan los recurrentes golpes militares, en la segunda mitad del siglo Argentina se convierte en una sociedad esquizofrénica, dividida entre el proyecto peronista y el “anti peronista”, con una altísima injerencia del Estado en la vida económica (alguien dijo que Argentina fue “el país más comunista del mundo no comunista”). La última década del siglo es marcada por el inicio de una reforma estructural denominada “neoliberal” (aunque nadie pueda describir con honestidad intelectual que significa este término), que, en los albores del siglo XXI, peligra y aún está inconclusa. En realidad, mirada en perspectiva, aquella fue una reforma “libre- empresista”, es decir: con un protagonismo muy fuerte de la libre empresa y una ausencia muy marcada del Estado en la actividad económica. Una vez mas los argentinos nos fuimos “de una banquina a la otra”, sin lograr el equilibrio que tanto necesitamos.
Nuestros problemas no han sido económicos, sino políticos. Estuvimos (y estamos) a expensas de grupos de poder circunstanciales y “caudillos mesiánicos” (a veces militares, otras veces civiles). Siempre carentes de un “libreto básico estable” que nos permita aprovechar mejor los recursos y los esfuerzos del conjunto social.
Interpretamos que el modelo de la Generación del ʻ80, llegado un punto a principios del siglo XX, entró en crisis, no pudo continuar con el vigor que había tenido en las décadas anteriores y no hubo ninguna concepción que lo reemplazara de manera permanente.
Por el contrario, se instaló en el país la alternancia entre gobiernos democráticos (o pseudo-democráticos) y dictaduras militares.
En la actualidad, con dos décadas de democracia cumplidas, Argentina todavía no tiene un modelo definido y eso la hace particular- mente vulnerable en un mundo globalizado y cada vez más competitivo.
Sintetizando podemos decir que nuestras conclusiones son las siguientes:
– En Argentina lo socio-político precede y anticipa lo económico. En 1995 la reelección de Menem, en el marco de la legalidad institucional, ayudó al país a salir rápida- mente del “efecto Tequila” e ingresar en un nuevo auge económico, pero durante 1998 y principios de 1999 mientras Menem intentaba su “re-reelección” (transgrediendo la Constitución) esto acentuó el riesgo país, determinando que la economía se empantanara más de lo esperable a partir de la crisis rusa y la crisis “del arroz”. En el cuarto trimestre de 1999 la economía ya estaba recuperándose, al haber retirado Menem su candidatura y haberse realizado las elecciones en un marco totalmente democrático.
Posteriormente, debido a la imposibilidad política de De La Rúa de lograr apoyo para una postura política coherente con el progreso y la integración al Mundo en el seno de la Alianza, la economía sufrió: el Ministerio de Machinea, el boicot a López Murphy, la guerra de los propios aliados del Presidente contra su Ministro Cavallo, la renuncia de éste y la caída en el default. Es importante destacar que esto último fue festejado por la clase dirigente de ese momento quienes demostraron, así, su irresponsabilidad y su falta de conexión con la realidad del país. O, como mínimo, desconexión con el país laborioso, ordenado, emprendedor, con hábitos de ahorro, con ambiciones de prosperidad sana.
Aquí se desnudó claramente la crisis moral que, incluso, supera a la miopía mental. Es decir: Argentina es una sociedad sin Estrategia pero, más que eso (e, incluso antes que eso), es una sociedad sin una sana moral generalizada. Por lo tanto, el “país” descripto en el párrafo anterior no es homogéneo. Esta combinación de miopía y amoralidad (de la sociedad en gene- ral, pero especialmente de la clase dirigente) es la base de nuestros problemas.
– Los repuntes económicos requieren decisiones políticas. Como el auge de crecimiento económico durante los años 1991 a 1994 inclusive, que fue precedido de la ley de convertibilidad.
– Argentina tiene mucho dinamismo para caer y para repuntar. Basta observar los ciclos, tanto socio-político como económico, en el gráfico que se adjunta.
– Tenemos mucha vitalidad y mucha inmadurez como sociedad y como economía. En 1989 el riesgo país de Argentina era prácticamente idéntico al de Costa de Marfil, (80 puntos sobre un máximo de 100, en la escala de la Economist Intelligence Unit). En 1993 había descendido a 55.
– Tenemos una fuerte tendencia cultural a aceptar “caudillismo mesiánico”. Los grupos de izquierda que militaron en el país (con armas o no) entre el ʻ66 y el ʻ76, reivindicaban para sí la visión “táctica”, y dejaban la “estrategia” al líder (Perón). Durante la gestión de Martínez de Hoz, entre 1976 y 1981, los postulados de los monetaristas de Chicago (los “Chicagoʼs boys”) eran vistos como la salvación para todos nuestros problemas.
Si esto es lo que aconteció (y todavía nos está sucediendo) ¿cómo corregirlo?. Las soluciones pasan, a nuestro entender, por encarar nuestra realidad con una visión verdaderamente estratégica, pensando el largo plazo de nuestra sociedad y, en base a la misma, elaborar y ejecutar un proyecto acorde a es- tos tiempos y a nuestras posibilidades.
Para decirlo de otro modo: hace falta el proyecto de la “Generación del 2000”.
El mismo tiene que ser elaborado más allá de banderías políticas o pujas sectoriales.
Tiene que ser un proyecto integrador, que de- fina un marco dentro del cual pueda darse el libre juego de los diversos actores políticos y económicos, y que procure(*):

1) Libertades políticas: derechos humanos, derecho a decidir quién debe gobernar y con qué principios, libertad de expresión política y de prensa sin censura, etc.

2) Oportunidades económicas: posibilidad de los individuos de utilizar los recursos eco- nómicos para consumir, producir o realizar intercambios. Estas posibilidades, están relacionadas con los recursos que posea cada individuo o a los que tenga acceso, considerando los precios relativos, la existencia y acceso a recursos financieros para todos los agentes económicos, etc.

3) Servicios Sociales: sistemas de educación, sanidad, etc. que no sólo garanticen a cada individuo una vida privada “más sana”, sino que le permitan participar más eficaz- mente en las actividades económicas y políticas.

4) Garantías de transparencia: la libertad para interrelacionarse, con la garantía de divulgación de información y de claridad. Es, básicamente, la necesidad de franqueza, que previene la corrupción, la irresponsabilidad financiera, etc.

5) Seguridad protectora: una red de protección social que impida que la población más vulnerable, y que padece grandes privaciones como consecuencia de cambios materiales que la afectan negativamente, caiga en la mayor de las miserias.

Pero, además de procurar ésto, esta estrategia de país tiene que incluir otras definiciones clave: alcances y limitaciones de la función del Estado, actividades económicas prioritarias, aliados estratégicos preferentes (ya sean países o zonas), etc.
Para lograrlo se tiene que construir consenso sobre las cuestiones básicas (y, además, identificar cuáles son éstas), incluyendo a organizaciones intermedias, partidos políticos y todo tipo de instituciones verdaderamente representativas de esta sociedad.
Pensar estratégicamente es una cuestión cultural, que se aprende.
Por ello nuestro país necesita imperiosamente formar una generación de líderes con adecuada visión estratégica y una sana moral, para poder cambiar los valores de la sociedad en su conjunto.
No es moral, es enfermizo, que un puñado de políticos junto con algunos periodistas (todos ellos corruptos) y algunos cientos de marginales violentos decidan el futuro de una Nación. Y esto es lo que ha sucedido en la Argentina.
Dado que, ni los gobiernos ni el FMI piensan a largo plazo, tenemos que intentar que el mundo empresario, “nuestros” empresarios, lo hagan.
Ellos deberían impulsar la reflexión, a cargo de una red intelectual con destacados profesionales influyentes en todas las disciplinas, respecto a “qué sociedad queremos ser”. Deberían hacerlo porque les conviene, para disminuir el riesgo de perder sus empresas y aumentar las chances de que éstas sean más fuertes y prósperas.
Sostengo que es importante comenzar a de- batir y aclarar el rumbo de Largo Plazo si queremos ser más eficaces en el Corto Plazo. Este es un vacío en nuestra sociedad hoy por hoy. Nadie (que sepamos) está haciendo un esfuerzo serio, sistemático, interdisciplinario, que posibilite ir aclarando qué país queremos a 50 años o más. Sin esta referencia todos los esfuerzos terminan siendo puro oportunismo táctico y desperdiciamos recursos…. y corremos el riesgo de perder otro siglo más, y seguir en manos de “caudillos mesiánicos”.
Alguna/s institución/es privadas tienen que ponerse a trabajar seriamente, más allá de los partidismos políticos, en el rumbo de largo plazo del país. Pero no sólo en lo económico, sino con un enfoque integral (aunque, desde luego, lo económico tendrá una gravitación importante). Tenemos que hacerlo conscientes de que lo político y lo económico se retroalimentan. Y estamos convencidos de que puede lograrse una sinergia muy grande entre un aspecto y el otro, sin necesidad de caer en una única postura ideológica.
Si se lograra ir conformando esta “Estrategia de País”, la misma sería una referencia ineludible para cualquier partido que llegue al poder. Esa referencia serviría para que haya menor discrecionalidad y mayor racionalidad en la acción de gobierno. Con el tiempo se convertiría en un condicionante cada vez más fuerte, que debería revisarse y actualizarse de forma similar a cómo fue gestada, asegurando convergencia de criterios.
Además, debería implementarse la formación a partir de este encuadre, que conlleve la existencia de una “masa crítica” de profesionales y ejecutivos capaces de lograr una creciente productividad agregada a nivel de sociedad, congruente con esta estrategia.
De esta mayor productividad se desprenderán, consecuentemente, mejoras en la salud, la seguridad, la justicia, etc.
Pero, quizá lo más importante no sea quiénes tomen parte, sino cómo encaren la tarea. Se necesita pensar verdaderamente en términos estratégicos, dejar de lado la “viveza criolla” y los intereses individuales o sectoriales.
Una vez establecido el modelo, el mismo debería ser una referencia ineludible para todos los actores políticos y sociales.
Si se logra reencauzar al país, los fondos enviados al extranjero volverán, sencillamente porque aquí conseguirán una muy buena rentabilidad y una creciente seguridad jurídica. Entonces podría suceder que, al cabo de 30 o 40 años, estuviéramos alcanzando a Canadá o Australia. Esto significa que seríamos ¡un 300 % más ricos que hoy!.
En esa situación sería mucho más factible satisfacer las demandas legítimas de los diferentes sectores de la sociedad.
Sin caer en una postura maniquea, desde nuestro punto de vista las opciones de Argentina, básicamente, son dos: a) el estanca- miento relativo (que conlleva las crisis recurrentes y la distribución de miseria) fruto de una mentalidad puramente táctica, de corto plazo o b) la acción estratégica del conjunto social, que nos puede llevar a un desarrollo de niveles similares a los que ya experimentamos antes, pero nos obliga a un cambio de mentalidad.
Un enfoque estratégico como el que planteamos, acompañado de una postura ética por parte de quienes lo implementan, permitiría, por ejemplo, hacer una valoración mucho más concreta (en términos políticos, económicos y sociales) del Mercosur. Esto posibilitaría definiciones más firmes para las negociaciones con Brasil y demás miembros, y posturas mucho más coherentes respecto al “fast track” hacia el NAFTA/ALCA. En definitiva, como sociedad, ganaríamos en capacidad de negociación si fuésemos capaces de darnos una estrategia que supere las banderías políticas y las circunstancias coyuntura- les. En este sentido podemos aprender de Brasil y, mucho más aún, de Chile.
Esa acción estratégica requiere, como ingre- diente indispensable, una mentalidad estratégica: la capacidad de pensar a largo plazo y hacer converger voluntades y proyectos.
Esto último (la convergencia) significa ceder, en alguna medida, en el corto plazo para ganar más adelante. Lamentablemente esto es contrario a los valores culturales imperantes en amplias capas de la clase dirigente, y por ende la sociedad toda, de nuestro país.
Aquí tenemos el escollo principal a resolver.
Sobre el particular nos ayudan las crisis recurrentes, porque nos dan la chance de madurar y cambiar esa mentalidad de “viveza criolla/corto plazo” por “mentalidad estratégica- /largo plazo” que es, a nuestro juicio, el problema central que Argentina ha arrastrado durante todo este siglo XX que ya termina.
Veamos, a continuación, la metodología que proponemos para llevar adelante esta tarea

CÓMO LOGRAREMOS QUE ARGENTINA TENGA UNA ESTRATEGIA
QUIÉNES
Un puñado de empresarios, acompañados por técnicos bien formados y de confianza, preocupados por el futuro del país (que significa, también, el futuro de sus empresas) antes que por mezquindades sectoriales, e independientes de una afiliación política en particular.
No pueden ser muchas personas, porque el debate sería interminable. Pero este grupo podría constituir el núcleo de lo que denominamos “Generación del 2000”. La clase dirigente que sea capaz de recrear un proyecto de nación como requisito para solucionar los demás problemas con coherencia.
Indudablemente la capacidad de nuestro país, de resolver los problemas y potenciar su economía, es un factor esencial para que las empresas argentinas se tornen competitivas.

QUÉ
Presentamos a continuación, tentativamente, el temario que debería desarrollarse en esas reuniones de trabajo:
* Oportunidades y Amenazas para Argentina.
* Fortalezas y Debilidades de nuestra sociedad y nuestra economía.
* Factores críticos (por ejemplo: falta de in- versión productiva suficiente y continua- da). Algunos otros podrían ser: seguridad jurídica, paz social, fortaleza de las instituciones republicanas, etc.
* Cómo solucionarlos (por ejemplo: cómo lograr que, al menos una parte de los
más de u$s 100.000.000.000 que están fuera del país, retornen a éste).
* Ramas de actividad económica estratégicas.
* Rasgos o creaciones culturales que nos permitan crear valor (por ejemplo: el “asado”, el fútbol, el tango, etc.).
* Posición en el mundo: socios principales, cuestiones prioritarias, etc.
* Rol del Estado frente a este panorama.
Pero todo ésto es sólo a manera de ejemplo. Los protagonistas mismos deberían fijar la agenda como punto de partida de su labor. El desarrollo de este temario debería conducir a:
ª Una agenda de mejoras previstas, vinculadas a través de un “camino crítico” que quede esbozado y con deberes que cumplir por parte de Gobiernos y Empresarios.
ª El compromiso de difundir la agenda, re- visar su cumplimiento y procurar el compromiso, con la misma, de dirigentes de distinta extracción política y sectorial.

CÓMO
Con un gran realismo. La primera reunión debería durar, como máximo, 2 días y estar integrada por no más de 30 personas, 50 % empresarios y 50 % profesionales de diversas disciplinas, todos ellos representantes de distintas actividades económicas y distintas especialidades, pero con visión amplia. Deberían aplicarse técnicas específicas de análisis estratégico, procurando el mejor uso de la información disponible e identificando qué información será necesaria para mejorar la tarea a futuro y con qué formato. Luego, en etapas sucesivas, se profundizará la tarea de análisis y propuestas de cambio, al tiempo que se hará una ampliación creciente del equipo de estrategas. Paralelamente a esto deberán arbitrarse los medios para asegurar la difusión y divulgación de estas conclusiones, tomando los recaudos necesarios para asegurar que el proyecto no se desvirtúe debido a su uso con fines político-partidarios ni sectoriales, ya
que, así, se terminaría restándole trascendencia al proyecto. Todo esto será resultado directo de la “curva de experiencia” del grupo.
Un aspecto esencial para el mejor logro es la continuidad de la tarea y del grupo de Estrategas. En la medida en que se va consolidando la tarea, el grupo debería ampliarse gradualmente.

CUÁNDO
Desperdiciamos el siglo XX porque fuimos una “sociedad sin estrategia”. No deberíamos desperdiciar un siglo más. Urge poner- se a trabajar para solucionar ésto.
Hay que empezar cuanto antes. Y, una vez iniciado el proceso, este grupo de estrategas, empresarios y técnicos, debería reunirse con una periodicidad semestral o anual, para revisar lo actuado y profundizar el modelo.

POR QUÉ
Porque actualmente nuestra Nación es juguete de las circunstancias y las presiones de intereses sectoriales, por falta de una estrategia clara en un mundo global, donde hay que ser verdaderamente competitivos para sobrevivir y crecer. Como sociedad, no sabemos qué hacer frente a la crisis por falta de estrategia y de planes claros.
Durante décadas hemos escuchado que Argentina es un país “subdesarrollado”, “del tercer mundo”, “sub-administrado”, etc. pero está claro que todo esto se soluciona si lo- gramos desarrollo (“un proceso integral de crecimiento… que incluye básicamente tres dimensiones diferentes, interrelacionadas e interdependientes: tener, pertenecer y ser”, según el Dr. Ricardo Costa).
Para alcanzar este desarrollo integral el punto de partida es el desarrollo económico. Y este desarrollo se alcanza mediante la “competitividad económica” (“la habilidad de producir bienes y servicios que superan la prueba de los mercado internacionales, mientras los ciudadanos gozan de un estándar de vi- da que es a la vez creciente y sustentable”, según una definición que una comisión crea- da por Ronald Reagan elaboró en 1983).
Y para llegar a ésto hay que tener presente que somos una sociedad joven, que no nos sirven de mucho las recetas de países muy maduros. Que tendríamos que ser capaces de resolver estas cuestiones por nuestros propios medios, en el marco de nuestra idiosincrasia y abiertos al mundo.
Este es un debate que hay que instalar, por- que sino el día a día nos impide visualizar el futuro y resolver con eficacia los problema- s/aprovechar las oportunidades que se nos presentan.
Tenemos que tener claro el rumbo de largo plazo para resolver mejor las cuestiones cotidianas. Estamos convencidos de que debatir este proyecto, darle forma y divulgarlo, servirá para mejorar nuestra sociedad, aunque el plan no se cumpla acabadamente.
En las actuales circunstancias podemos ejemplificar los riesgos que corremos de la siguiente forma: si al integrarnos al ALCA nos fuera mal, entonces terminaríamos echándole la culpa a Estados Unidos y Canadá… ¿Le suena conocido?. Este es el tipo de argumentos que tienen aceptación en el seno de una sociedad que se frustra. Perdimos décadas aferrados a estos “libretos”… no deberíamos seguir perdiendo el tiempo. Y estos libretos parten de convicciones muy arraigadas, que es preciso identificar con claridad. Nos ocupamos de ello a continuación.
EL PRINCIPAL ESCOLLO PARA LA ESTRATEGIA DE ARGENTINA
El Problema de Fondo no es que Argentina tiene una “crisis de liderazgo”, tampoco tiene un problema nuevo, que surgió hace pocos
años. Argentina tiene una “crisis de rumbo”. Somos una sociedad que no sabe a dónde va. Hemos perdido identidad y, por lo tanto, dirección. Y esto empezó hace más de 70 años. El problema es cultural. Líderes nos sobran (algunos de ellos, incluso, parecen estrellas mediáticas). Pero no tienen claro a dónde llevarnos, o quieren hacerlo en una dirección que no apunta al bienestar de la Nación, sino a mezquinos intereses sectoriales, incluso, estrictamente personales y de grupo.
Algunos síntomas de esta enfermedad cultural son los siguientes:

a) El crecimiento de un periodismo superficial, que sólo se ocupa de noticias sensacionalistas, que aumentan el sentimiento de agobio de grandes capas de la población. Que no investiga a fondo las causas, y se focaliza en captar la atención de la gente en base a una sensiblería intrascendente.

b) Líderes “de profesión” irresponsables, sólo ocupados en cuidar y acrecentar su cuota de poder, ya sea que ésta provenga de agrupaciones estudiantiles, gremiales, políticas, etc. Sin verdadero interés de servicio a la comunidad.

c) La moda del sentimentalismo barato, en el que no se resuelve nada pero “hacemos como si” (algo muy argentino).

d) “Súper sesudos” análisis que sólo llevan a la parálisis, porque no proponen vías concretas de acción.
Con este panorama el riesgo claro es el de que la sociedad termine aprobando el accionar “enérgico” de algún caudillo, con lo cual sólo reforzaríamos el ciclo cultural nefasto. Para entender mejor esto, aclaremos qué es un líder: es alguien que tiene seguidores. Nuestra historia, pasada y reciente, está llena de ellos. Pero fueron muy pocos los que, además de tener seguidores, contaban con un guión y la capacidad de renunciar a ambiciones personales.
Cuando no se puede renunciar a ellas, se comienza a “consensuar” todo. Nadie quiere pagar el “costo político” (entonces, ¿para qué hacen política?) y se termina desvirtuando la democracia representativa.
Surge entonces la democracia “pseudo-representativa”, que saca a flor de piel lo peor de nosotros mismos y muy pocas virtudes. Ya éramos una sociedad enferma antes de entrar en democracia y esta situación actual está agravando la enfermedad. La mala situación económica sólo es una consecuencia. Hemos llegado a una situación donde todos estamos “bajo sospecha” porque cualquiera que se expresa corre el riesgo de ser rotula- do como proclive a tal o cual interés mezquino.
¿Cómo fué que llegamos a esto?. ¿Cuáles son las causas de nuestra cultura actual?. Sólo tuvimos proyecto de Nación durante 60 o 70 años, que van desde la pacificación nacional que logró Urquiza, hasta los años previos al golpe militar del ʻ30 (a nuestro entender el golpe sólo fué una resultante del deterioro previo).
Para ese entonces ya éramos un país aluvional, con una enorme riqueza y una, también enorme, incapacidad para administrar- nos.
La alternancia de populismo, dictaduras y fugaces etapas democráticas no hicieron sino desorientarnos. También contribuyeron a esta desorientación los éxitos fulgurantes que logramos cuando, durante breves períodos, supimos capitalizar coyunturas externas favorables y nuestro enorme potencial de país. Actualmente la sociedad vive una etapa de agobio y cobardía frente a tan reiterados fracasos de los últimos tiempos.
¿Cómo podemos salir de esta situación?. Volvamos a revisar la solución que pro- ponemos. Necesitamos madurar como sociedad, definir un rumbo claro, sentar las bases de una renovada identidad.
Éste, luego, se convertirá en el libreto básico para decidir mejor. Pero entonces, ¿quién puede escribir ese libreto?.
Los que están (o deberían estar) mejor preparados para hacerlo son un puñado de empresarios capaces, afortunados, cuyos principales intereses estén aquí, en nuestra Nación, en nuestro suelo cultural.
Para decirlo con una analogía histórica: necesitamos un nuevo Urquiza, que gane todas las batallas y reoriente la Nación. Y, sobre todo, que no necesite los dineros públicos para asegurarse un bienestar (ya lo tiene que tener asegurado de antemano). Pero mejor sería que, en vez de ser uno solo, sea un grupo.
Tienen que ser ganadores, abiertos al mundo, creadores de riqueza, con valores “occidentales y cristianos”, que representen lo mejor de nosotros mismos y, en ésto, principalmente que tengan rumbo claro y pulso firme.
Necesitamos un puñado de “líderes con rumbo”, que encarnen la Argentina que podemos ser y representen lo mejor de nosotros. Creemos que tienen que ser empresarios, reflexivos y con mucha capacidad de acción. Que procuren consenso pero les importe más hacer que debatir, que tengan un excelente nivel económico para que no necesiten corromperse (o, por lo menos, ésto sea más difícil).
Que, debido a lo anterior, puedan y estén dispuestos a pagar “el costo político”. Que usen el libreto de la “Argentina posible” como referencia permanente para tomar de- cisiones.
Los candidatos a integrar este grupo segura- mente ya existen. Tienen que identificarse entre ellos, reunirse, convencerse de la necesidad y la importancia del esfuerzo.
Y luego comenzar a escribir el libreto para una Argentina nueva. Ellos deberían ser los fundadores de la “Generación del 2000”, requisito indispensable para que nuestro país pueda tener  futuro.
Nos están haciendo falta estos líderes que impulsen un Proyecto de Nación y, a partir del mismo, condicionen positivamente el accionar de la sociedad.
Este condicionamiento posibilitará el acople de esfuerzos, irá forjando gradualmente nuestra identidad y nos dejará a salvo de caudillos mesiánicos.

Córdoba, Septiembre de 2000, Abril de 2002 y Marzo de 2004.


© Copyright 2000 / 2002 / 2004, Bossa, Juan Isidoro.

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